Sin embargo, a pesar de todos estos datos, lo más llamativo de la estación es, sin duda alguna, su decoración interior. Especialmente llamativo es el techo, concebido en 1912 por Paul César Helleu y Whitney Warren. En 1930 se reemplazó para corregir la caída del yeso. Este nuevo techo se vio oculto por una capa de alquitrán y nicotina procedente del tabaco que se fumaba en el vestíbulo. Con su restauración sacó el esplendor de antaño. Se trata de una decoración con motivos astronómicos. Cuenta con dos peculiaridades: el cielo está al revés y las estrellas están ligeramente desplazadas.
Más allá de eso, Grand Central Terminal tiene otros tesoros de gran valor. Por ejemplo Oyster Bar, el más antiguo negocio de la estación; o el Vanderbilt Hall, antigua sala de espera principal, ahora alquilada para eventos privados.