El primer error lo cometió el GPS, que nos llevó por la ruta más corta pero también la más lenta. La autopista 1, la que lleva desde los Cayos hasta el continente, prosigue su camino hasta el centro de Miami. Pero tiene muchos semáforos, y en cierto momento «surge» una autopista de peaje, la 821. Comunica más adelante con la Don Shula Expressway, también de peaje. Y llega hasta las inmediaciones del aeropuerto. Pues a pesar de haberle dicho al GPS que no nos importaban las autopistas de peaje, creo que no nos hizo mucho caso. Perdimos demasiado tiempo por aquella carretera urbana plagada de semáforos.
Una vez conseguimos llegar hasta las inmediaciones del aeropuerto, nuestro siguiente objetivo era llenar del depósito de gasolina del coche, algo relativamente fácil salvo allí. No encontrábamos una maldita gasolinera que estuviera cerca del depósito de National Car en el aeropuerto de Miami. Resulta, cosa increíble para mí, que dicho depósito, situado al este del aeropuerto, está rodeado de otros depósitos de otras empresas dedicadas al alquiler de coches, pero por allí no había ninguna gasolinera. Una vez tuvimos claro cuál era nuestro último destino, nos pusimos a buscar como locos una gasolinera cercana. Fuimos por NW South River Dr hasta pasar por debajo de un puente y coger el desvío por NW 36th Street. Un poco más adelante, por fin, encontramos una gasolinera.
Allí tuvo lugar un episodio curioso. Mi amiga fue al baño cuando yo estaba poniendo gasolina. Una vez terminé de llenar el depósito, fui a pagar. Cuando la chica que me atendió, hispana (no sé de qué país), vio que yo era español, me hizo esta pregunta, con mucha educación: «¿Qué significa la palabra pringao?». La verdad es que me sorprendió bastante la pregunta, pero respondí como buenamente pude, con una sonrisa en la boca, y volví al coche pensando en que el español es un idioma maravilloso, sin duda.
A partir de ahí, tan solo nos quedaba deshacer el camino hasta el depósito, algo en lo que tuvimos problemas. Dejamos allí el coche, nos dieron el ok y cogimos una lanzadera (gratuita) que nos dejó en el aeropuerto. A partir de ahí solo nos quedaba esperar a coger el avión que nos llevaría de vuelta hasta Madrid.