Lo más curioso del vuelo es que volé al revés. ¿A qué me refiero? A que mi asiento miraba hacia la cola, no hacia la cabina. Estaba en una de las puertas de emergencia. Tres asientos miraban hacia atrás, uno el de la azafata y dos de pasajeros. Era la primera vez que volaba así, me sentía algo raro.
Todo fue bien, llegamos a la hora debida a la terminal 4 del aeropuerto de Manila. Allí cogí un Grab, como Uber pero otra compañía, y fui a Ortigas Center. Tenía que resolver una cosa con la batería de mi iPhone. Tras ver que era imposible porque necesitaban dos semanas, desistí. Me fui a mi apartamento, alquilado a través de Airbnb, en One Palm Tree Villas.
Estaba muy bien situado, frente a la terminal 3 del aeropuerto. Sí, había dado una vuelta un poco grande pero quise intentar arreglar el problema de la batería. Y no pude, lo cual me fastidió bastante. Pero vi una zona muy moderna y lujosa de la capital. Rascacielos, oficinas, apartamentos y centros comerciales.
Había ido de Naga a Manila y ya estaba alojado en mi apartamento. Era 26 de agosto y comenzaba a anochecer. Fui a un supermercado cercano y compré todo lo necesario para la semana que pasaría en Manila. Aún no tenía una idea clara de lo que haría en la ciudad. El 4 de septiembre abandonaría finalmente Filipinas en dirección a Hong Kong. Me rodeaban las dudas.