Día 3. Sea World de Orlando. El tercer día de nuestro viaje estaba dividido en dos partes. En primer lugar, teníamos que ir desde Miami hasta Orlando, unos 300 kilómetros largos de distancia. Y en segundo lugar, una vez hubiésemos llegado hasta allí, íbamos a ver el Sea World, el parque temático de animales más famoso del país.
Después de tener todo recogido y desayunar, bajamos a la recepción del hotel. Hicimos el check out y nos dirigimos a la parada del autobús para coger, una vez más, el 120. Esta vez no teníamos que ir hasta South Beach. La oficina de National Car, que curiosamente se llamaba South Miami Beach, estaba a casi a mitad de camino. Llegamos allí un poco antes de que abriesen, sobre todo por ser previsores y no tener que esperar colas. Queríamos llegar lo antes posible a Orlando.
Nos atendió muy amablemente una señora en español, pues ella era venezolana. A los pocos minutos ya teníamos nuestro coche: un Kia Rio. Otra de las cosas que aprendí en este viaje es que conviene que a uno le den un coche con control de velocidad. Es el botón que deja fija una velocidad en el coche sin que tengamos que apretar el acelerador. El caso es que como el GPS ya lo habíamos llevado desde España, lo único que nos quedaba era acomodarnos, abrocharnos el cinturón y comenzar el viaje.
Después de llegar a la autopista 95, pusimos rumbo en dirección norte hasta Orlando. Fue un viaje, para variar, pasado por agua, sobre todo cuando pasamos la zona de Fort Lauderdale. Allí empezó a llover como si fuese el diluvio universal. De hecho, el limpiaparabrisas del coche, a su máxima velocidad, no daba para quitar tanta agua. Tuvimos que bajar la velocidad, como el resto de conductores, hasta los 50 km/h. Aún así teníamos problemas de visibilidad. Afortunadamente eso solo duró 5 minutos y el resto del viaje no tuvo grandes incidencias. Sin embargo, sí fue llamativo una escena que vimos poco después de dejar Miami. Fue al pasar por debajo de un puente que pasaba sobre la autopista.
En la rampa de acceso a la misma, en sentido norte (el que llevábamos nosotros) había parados unos 5 coches de policía esperando cazar conductores desprevenidos. Hay que recordar que los límites de velocidad, que no son demasiado restrictivos (80 millas por hora es el máximo, casi 130 kilómetros por hora), es conveniente respetarlos. Algunas personas pueden sobrepasar los límites en 5 mph y no pasa nada con la policía. Pero como sea algo más, ya podemos prepararnos. El caso es que, medio kilómetro después, en el arcén de la izquierda (arcén de 2 metros de ancho) habían parado a dos coches, seguramente por exceso de velocidad.
Llegamos al Sea World unas 4 horas después de salir de Miami, aproximadamente sobre las 13:30. Como ya teníamos todo comprado por internet, tanto las entradas al parque temático como el parking, entramos con nuestro coche hasta el gigantesco estacionamiento. Aparcamos nuestro coche y fuimos hasta la entrada. En este punto creo que conviene comentar una cosa importante, algo que yo no conocía de los parques temáticos. Algo que debe existir en la inmensa mayoría. Existe un pase rápido, por llamarlo de alguna manera, que nos permite «colarnos» en las atracciones que queremos ver.
Se paga una cantidad extra de dinero y podemos evitarnos las colas en cualquiera de las atracciones donde esté permitido el uso de dicho pase. Nosotros, ignorantes en el tema, no lo compramos para ninguno de los parques temáticos que visitamos, y aunque en el Sea World creo que no es necesario (no en nuestro caso, porque no había demasiada gente), creo que es bueno echarle un vistazo. En este caso, en el Sea World, dicho pase se llama «Quick Queue» y cuesta 30 dólares.
Cuando pasamos la entrada y nos hicimos con el mapa, decidimos cuál era el mejor recorrido que podíamos hacer, y también debíamos tener en cuenta los horarios de los espectáculos. Llegar a la hora de comer nos limitaba un poco pero podíamos ver casi todo. También quiero comentar una cosa importante en este punto, pues pasada la entrada está la zona de consigna, y es que salvo que nos enteráramos mal, uno puede llevar encima todo lo que quiera: bolsas, mochilas, etc. Obviamente, con esas cosas no se puede subir a una montaña rusa, lo cual es lógico, pero en mi opinión no tiene sentido que haya que dejar esas cosas en consigna (previo pago) para poder usar esas atracciones.
Hace poco estuve en el Parque Warner Madrid. Cuando uno sube a una montaña rusa, lo que hace es dejar sus bártulos en la pasarela de salida. De esa forma se asegura de que nadie vaya a robarle y lo recoge cómodamente según baja del tren, vagón o cubículo. Como en Estados Unidos las cosas no funcionan así, nosotros no compramos el «Quick Queue». Tampoco nos sobraba el tiempo para andar haciendo colas en las montañas rusas. Nos olvidamos del tema y llevamos nuestras cosas encima.
Como ya sabíamos los horarios de los espectáculos, nos hicimos rápidamente una idea del recorrido viendo el mapa del Sea World de Orlando. Nos dirigimos a la derecha, en dirección al Atlantis Bayside Stadium. Lo primero que hicimos fue comer en el Mago Joe’s Cafe, porque todavía no habíamos tenido la oportunidad. Justo después de eso nos adentramos en las instalaciones de Wild Arctic, donde pudimos ver: un oso polar durmiendo; unas ballenas beluga mientras tenía lugar el Beluga Interaction Program con unos niños; y hasta vimos a las morsas buceando.
Cuando salimos del recinto, como ya eran casi las tres y media de la tarde y se acercaba la hora del espectáculo de Believe, en el Shamu Stadium, fuimos ahí directamente para tener un buen sitio. Como es un estadio relativamente grande y hay varias sesiones, la verdad es que no tuvimos problemas de sentarnos en un buen lugar para ver el espectáculo de las orcas. Después de unos 20 minutos de espectáculo, que se hace bastante entretenido porque impresiona bastante ver las acrobacias de unos animales tan grandes, nos dirigimos hasta una zona situada junto a la piscina donde viven estos animales para poder verlas nadar desde abajo, desde unos grandes ventanales. Estuvimos allí unos minutos, la verdad es que era increíble poder verles nadar y bucear. El grupo de orcas era bastante más numeroso del que yo pensaba.
Desde allí nos encaminamos hacia el Shark Encounter, donde estaban las instalaciones de los tiburones. Antes de llegar al tanque principal pudimos ver otros animales como los caballitos de mar o diferentes especies de sapos y ranas. Sin embargo, el mayor atractivo de este edificio estaba justo al final. Allí pudimos ver el tanque principal donde están los tiburones más grandes del parque temático. Lo más llamativo fue que el tubo principal que discurría bajo el agua, acristalado obviamente para poder ver no solo a los tiburones sino también al resto de animales que pueblan las aguas de la enorme piscina tenía en el suelo una pasarela que se movía automáticamente imagino que para evitar aglomeraciones de gente. De esa forma, todos disponíamos del mismo tiempo para ver, fotografiar y grabar en vídeo un lugar tan espectacular.
Cuando salimos de Shark Encounter estaba cerca la hora del espectáculo «Clyde and Seamore take pirate island», en el cercano Sea Lion and Otter Stadium. A pesar de que el espectáculo se desarrolló en inglés en todo momento, las situaciones cómicas se provocaron no solo a nivel de lo que decían sino, sobre todo, en cuanto a lo que hacían en el escenario. La forma de interactuar entre los leones marinos y los cuidadores, que hacían su papel como actores, fue increíble y muy graciosa. Además, contaron con la participación activa de una nutria que añadía más humor a todo lo que veíamos.
Después de disfrutar del espectáculo, nos dirigimos al Pacific Point Preserve. Es un lugar pensado exclusivamente para los leones marinos y las focas que hay en el parque temático. Allí pueden vivir casi en las mismas condiciones que lo harían en su habitat natural. Dimos una vuelta por la instalación, a pesar de la lluvia que empezaba a caer en esos momentos. Luego nos dirigimos al Penguin Encounter. En este edificio pudimos ver las instalaciones en las que viven los más de 200 pingüinos que alberga el parque, además de otras especies de aves.
En primer lugar pudimos ver la instalación de los pingüinos. Su interior frío cuenta con dos partes: una simulación de una zona costera con playa y laderas escarpadas; así como una piscina enorme a modo de mar. El público que visita la instalación puede ver ambas zonas a través de unos cristales muy grandes. Éstos permiten ver a estos animales tanto en tierra como debajo del agua. Fue también peculiar encontrarnos con una pasarela automática bajo nuestros pies. De esta forma no se crean aglomeraciones frente a los cristales. Con el mismo sistema pudimos ver luego la instalación donde se encontraban los frailecillos y otras especies.
El siguiente punto de nuestra visita fue la instalación de los manatís, llamada Manatee Rescue. En ella pudimos ver un grupo bastante numeroso de estos curiosos mamíferos viviendo en un estanque muy grande. Éste se puede ver tanto desde arriba como desde debajo del agua. En este caso sin pasarela, puesto que parece que la gente no está tan interesada en verlos. Yo aproveché para comprar algún regalo en la tienda de los manatís. No es un animal que se pueda encontrar fácilmente en otros zoológicos. Aunque en Faunia, en Madrid, precisamente hay algunos ejemplares. Y nada más salir de la tienda fuimos a ver a los cocodrilos. Estaban en una pequeña piscina de aguas oscuras y rodeados de vegetación. Un ambiente en el que apenas podían ser vistos aunque tuvimos la suerte de contemplar a algunos.
La visita empezaba a tocar a su fin pero todavía nos quedaban algunas cosas interesantes que ver. Especialmente Dolphin Cove, la instalación en la que vivían los delfines del parque. No digo yo que para ellos fuera el paraíso, pero la verdad es que nunca había visto unas instalaciones así en ninguno de los zoológicos en los que había estado anteriormente. Al hecho de estar viviendo en una piscina muy grande había que añadir que el ambiente que habían logrado en el interior era espectacular, casi parecía natural. En la parte superior era posible verles muy de cerca aunque en ningún caso se dejaron tocar. Imaginamos que solo se acercarían más en caso de que les llamase algún cuidador. En aquel momento no parecía haber ninguno cerca.
Así que continuamos nuestro camino y llegamos a la Laguna de las Rayas. Es una piscina de poca profundidad en la que había nadando, en mi opinión, más de un centenar de pequeñas rayas que daban vueltas y vueltas. Con cuidado, se podían tocar. Tan solo había que ponerse en el borde de la piscina y meter la mano cuando alguna pasara cerca. De esta forma se podía tocar la parte superior del animal. ¿Cómo es al tacto? Pues a mí solo se me ocurre compararlo con un filete de carne pero húmedo. Fue una experiencia interesante. También me agradó ver que la gente era bastante respetuosa con los animales, tanto niños como adultos.
Lo último que pudimos ver fue el Turtle Point. Es una pequeña instalación preparada para la recuperación de algunas tortugas marinas que llegan al parque desde diversos puntos del estado.
Después de eso, volvimos al Shamu Stadium y disfrutamos del espectáculo nocturno «Shamy Rocks». Merece mucho la pena ser visto aunque ya hayamos visto el espectáculo diurno. Después de eso, y a pesar de haber espectáculo de fuegos artificiales, estábamos tan cansados que decidimos irnos al hotel, el Howard Johnson Inn Orlando, del que solo puedo decir cosas buenas por el precio (30 euros la noche en habitación doble con desayuno continental), la ubicación (a 20 minutos andando de Universal Orlando Resort y cerca también del Sea World de Orlando) y los servicios (wifi en las habitaciones y parking gratuito).