Días 1 y 2. De Madrid a Tokio. Este viaje empecé a pensarlo un mes antes de hacerlo, pues un amigo mío iba a pasar 3 semanas en Tokio para hacer un curso de japonés. Me comentó que podía ir allí y, después de sus clases, que eran temprano, podíamos ir a ver la ciudad. A mí me pareció una buena idea y me puse a ver las opciones que tenía. La mejor combinación era salir el 23 de julio y volver el 31 del mismo mes. Esto sucedió en 2005. El precio fue un poco caro, cercano a los mil euros. Pero quería aprovechar la oportunidad de conocer un país tan diferente como Japón.
El vuelo salía de Madrid sobre el mediodía, volaba hasta el aeropuerto Charles de Gaulle, en París. El trayecto duraba unas 2 horas con Air France, hacía una escala de una hora, aproximadamente; y luego iba hasta el aeropuerto de Narita, en Tokio, en un vuelo de 11 horas de duración. Debo confesar que se me hizo demasiado pesado, y eso que volaba en un Boeing 747 de Japan Airlines. Era relativamente cómodo, pero con unas películas que dejaban mucho que desear en cuanto a su calidad y, sobre todo, en cuanto a los idiomas. Curiosamente, tenían una película en portugués pero ninguna en español. De hecho, vi una película china con subtítulos en inglés, con la cual me reí mucho: Kung Fu Sion.
La comida en el avión estaba buena, sé que elegí pollo y estaba muy bueno. Tras cruzar toda Rusia, por el avión entró en cielos nipones. Aterricé en el aeropuerto de Narita al día siguiente, es decir, domingo 24 de julio, sobre las 3 de la tarde. Eso me creó un cierto desconcierto porque llevaba demasiadas horas despierto y todavía me quedaba toda una tarde por vivir. Afortunadamente, mi amigo me estaba esperando a la salida porque temía, y con razón, que pudiera perderme en el transporte público tokiota. Narita se encuentra a 1 hora en tren del centro de Tokio. La mejor forma para desplazarse de un sitio a otro es el tren, sobre todo pensando en el bolsillo.
El primer destino era Ikebukuro, un barrio situado al oeste de la ciudad, donde se encontrar mi hostal. Mi amigo estaba alojado en casa de un amigo en la ciudad de Saitama, pero tenía las clases cerca de Ikebukuro. Para llegar hasta ahí, cogimos un tren desde Narita hasta la estación de Nishinippori, donde teníamos que cambiar de tren para coger la línea Yamanote (verde). 5 paradas después, ya estábamos en Ikebukuro. Lo que más llama la atención al turista medio es la cantidad de gente que hay en las estaciones de tren y metro. En muchos casos son compartidas. Y claro, occidentales allí hay pocos. Nos miraban con cara rara, y creo que a mí más porque mido 1.90 y allí era el más alto de todos.
En cualquier caso, las primeras vistas de la ciudad son buenas, con muchos carteles de publicidad, muchas luces de neón y todo en japonés. Para llegar al riokan u hostal, había que caminar unos 10 minutos por las calles de Ikebukuro. Era un camino sencillo pero que llama la atención por varias cosas. Primero, la limpieza de las calles, y eso que apenas hay papeleras. Segundo, la alta calidad de vida. Tercero, la gran cantidad de máquinas expendedoras de bebida. Tras callejear un poquito, llegamos al Kimi riokan, el hostal donde iba a alojarme esa semana.
Como se suele decir, bueno, bonito y barato. Pagaba unos 25 euros por noche, mi habitación era pequeña y solo disponía de un futón para dormir, pero es que no tenía pensado hacer más que eso, dormir. El baño era compartido pero a la hora a la que yo me duchaba, no había nadie más. Es decir, perfecto para mí. Dejamos la maleta y salimos de ahí.
Nuestro próximo destino era un restaurante cerca de la estación de tren de Ikebukuro. Habíamos quedado a cenar con el amigo de mi amigo, que llevaba ya 3 años viviendo en Japón. Le acompañaba una pareja de japoneses que estaban enamorados de la cultura española. Eso sí, cenamos en un restaurante japonés y, lo peor de todo, sentados en el suelo. Yo lo pasé un poco mal por eso, es la falta de costumbre, pues yo siempre como sentado en una silla, pero donde fueres haz lo que vieres, así que me acomodé como me fue posible y cenamos.
El problema real era que el jet lag estaba matándome, llevaba demasiadas horas despierto y necesitaba irme a dormir. Después de cenar y despedirnos, mi amigo y yo fuimos de vuelta al riokan. Sin embargo, antes aprovechamos para hacer algunas fotos nocturnas del barrio de Ikebukuro. Me pareció llamativo también el hecho de ver tantos restaurantes de comida rápida por allí, y casi todos americanos. Llegamos al hostal, mi amigo fue de vuelta a la estación de tren para irse a Saitama, yo me metí en mi habitación y por fin me puse a dormir. Al día siguiente habíamos quedado después de sus clases de japonés para empezar a ver la ciudad.