Día 7 y 8. Compras y vuelta a Madrid. El último día que realmente iba a pasar en Tokio lo dediqué a las compras. Para ello, no había mejor sitio que Akihabara. Esta vez fuimos directamente en tren, sin hacer parada antes e ir andando después. Yo quería comprar una serie de cosas, especialmente para mis hermanos y para mí. Además, algunos compañeros del trabajo me habían pedido algo de tecnología pero solo si los precios eran realmente más bajos que en España, cosa que no fue así.
Lo que sí tenía como encargo especial era una PSP, que por aquel entonces ya se vendía en Japón. Sin embargo aún tardaría 2 meses en salir en España. El caso es que yo me compré una camiseta donde ponía, en japonés e inglés, la palabra «Tokyo»; a mi hermano le compré una campana para la puerta hecha en bronce (que todavía no ha colocado); a mi hermana pequeña le compré una especie de poster hecho con tela y con el dibujo de una garza; y a mi hermana mayor un juego de vasitos de té con decoraciones japonesas. Estuve tentado de comprarle a mi madre un abanico japonés enorme porque ella tiene una pequeña colección de abanicos españoles; el precio no era alto, pero hablé con ella y me dijo que no tenía dónde ponerlo.
Luego nos fuimos a Shinjuku, donde había algún centro comercial y donde Fernando había quedado con su amigo y otros japoneses para irse el fin de semana al monte Fuji. Eso quería decir que la tarde del sábado y el viaje de vuelta al aeropuerto lo haría solo. Aproveché esa tarde para comprar la PSP, con un inglés más que correcto, e interesado, principalmente, en si dicha consola podía manejarse en español. Comprobé que sí era posible, y luego me fui al hotel para preparar la maleta.
Al día siguiente, ya domingo, me fui por la mañana bien prontito hacia el aeropuerto de Narita usando el tren; pensando que me quedaba en la estación donde tenía que cambiar de tren para llegar al aeropuerto, en Nishinippori. Y es que no conseguía pasar por la máquina que me permitía hacer el cambio de línea. Al final logré aclararme con un señor japonés que hablaba un poco de inglés y me dijo que tenía que pasar las dos tarjetas que había comprado previamente al mismo tiempo por el torno.
Lo demás no tuvo mucha más historia, aunque la última media hora de vuelo entre Tokio y París la hice en clase business porque el vuelo iba con retraso y tenía que darme tiempo (a mí y a otros pasajeros, aunque yo era el único que volaba a Madrid) a coger la conexión. El problema fue que la maleta no llegó a tiempo y la enviaron a casa gratuitamente al día siguiente.
Un viaje muy recomendable, un país con una cultura espectacular, donde creo que desconocen el significado de la palabra delincuencia, y que ofrece cosas muy diferentes a las que se pueden ver en Europa.